miércoles, 23 de septiembre de 2009


PANIFICADORA FURMAN: PAN Y TRABAJO


VOLVER A EMPEZAR

Una luz vuelve a encenderse. Las puertas vuelven a abrirse. El barrio Santa Rosa de Lima siente el olor a pan que se mezcla en las mañanas. Es una nueva apuesta, la panificadora Sara Furman que renace. Es un emprendimiento solidario: 500 kilos de pan que se reparten en instituciones de la ciudad de Santa Fe, y seis nuevos puestos de trabajo que son seis personas que vuelven a tener la oportunidad de trabajar para construir el futuro, dignificarse, aprender un oficio. La reapertura se realizó a través de un convenio entre la Fundación Sara Furman, el Ministerio de Desarrollo Social, la Secretaría de Asuntos Penitenciarios del Ministerio de Seguridad, y la Dirección de Control y Asistencia Pos Penitenciaria. La Terapista Ocupacional Fernando Olivo es la persona que aportó nuestra pastoral para la administración de recursos y la mediación entre las entidades del Estado. “Pan y trabajo” puede ser la frase que resuma esta nueva apuesta que desde su significado mas profundo nos habla de esperanza, en una ciudad con uno de los índices más áltos de desempleo en la Argentina, donde 6 de cada 10 desempleados son jóvenes entre los 15 y los 29 años. Es decir, miles de personas sin la posibilidad de acceder no ya a la educación para los estándares cada vez más elevados de acceso a un puesto de trabajo, sino a las posibilidades mínimas de vestirse, de alimentarse, de curarse. Tal como los becarios de la panadería nos contaron: “esto nos sirve porque el nombre de la panadería tiene mucho respaldo, y el día de mañana nosotros podemos decir 'yo trabajé en la Furman”. Al respecto Fernanda Olivo aclaró que este trabajo es una gran oportunidad para que ellos se capaciten, y puedan, a largo plazo, generar su propia fuente de trabajo.La panificadora es trabajo y capacitación para seis jóvenes, dos de ellos privados de libertad, otros dos han recuperado su libertad recientemente. Los demás son desempleados.

EL DÍA A DÍA

Los becarios nos comentaron que a pesar de contar con el aval institucional, “cada dos por tres pasa la policía, nos requisan, nos molestan. Nos retienen cuando nos vamos. Acá nos dan la oportunidad de que uno se capacite y se sienta útil, y no nos dejan usar la libertad y poder trabajar. No nos dejan volver a empezar”. Sin embargo, y en contra de esta lógica de exclusión, en la panadería existe un ambiente de trabajo, de aprendizaje y respeto, donde la rotación en las tareas asegura que cada uno pueda ir aprendiendo un poco de todo. Además, la jornada no finaliza cuando termina la producción, sino que siempre queda un espacio para el diálogo, para mejorar así el vínculo humano del grupo.Seguramente estos seis puestos de trabajo no bajan los índices de desempleo, pero sí son una experiencia que habla de la posibilidad de aunar esfuerzos para otro futuro posible.

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